martes, 16 de agosto de 2011

EL ERROR DEL PROTOTIPO HUMANO


Ante estas circunstancias todo aquel que basado en teorías que tienden a crear una especie de patrón de conducta en los individuos o trate de establecer lo que hará una persona, puede caer en un gran error, puesto que el ser humano no es uniforme en su actuar, y por ende no puede ser sujeto a falsaciones que con el número de repeticiones puedan establecer un accionar  concreto y esperado, ya que incluso, si la conducta de un individuo fuese la misma durante mucho tiempo, en el día menos pensado esta puede cambiar, o no cambiar nunca. Hecho que jamás  podrá ser usado para afirmar que ante tales eventos se puede repetir el mismo patrón en otro ser humano, nisiquiera en gemelos univitelinos se puede producir este caso.
Aclararemos este caso con un ejemplo:
Juan es un hombre que durante toda su vida ha sido una persona tranquila, comprensiva, soportó grandes amenazas, burlas, quejas, reclamos, y un nivel de estrés que lo llevó a enfermarse durante 15 meses, pese a estar enfermo no recibió el apoyo de sus familiares, y más bien recibió quejas por haberse enfermado.
 Aún durante estas situaciones este señor nunca reaccionó de manera agresiva, sino que más bien de manera extraordinaria respondía con palabras amenas a todos y les daba una explicación razonable. Un día asombrados de su conducta un grupo de estudiantes de psicología aprovechando el estrés que poseía decidieron a la par estudiar el por qué esta persona nunca reaccionaba de manera agresiva, incluso ante circunstancias en las que una persona sensata se enfadaría. Es así que al hacer el estudio encontraron que esta persona asistía a una iglesia desde niño, misma que le había inculcado el camino de seguir a Jesucristo y en una de sus entrevistas él decía que el enojarse no soluciona los problemas, sino que más bien los empeora y que se debe de vivir en paz con uno mismo y con los demás. Pero la duda quedaba en por qué si una persona que responde  a estas características y experimenta un clima de armonía y tranquilidad posee un problema de estrés. Pues el hecho radicaba en que este sujeto se preocupaba tanto por los demás que cargaba sus problemas y esta impotencia de no poder resolverlos le  generaban el famoso estrés. este hombre había vivido 35 años  mostrando una vida ejemplar para aquellos estudiantes.
5 años después los jóvenes ya ejerciendo la carrera de psicología se toparon con un caso de tal similitud que ni ellos mismos podían creer, un nuevo señor: Don Luis Arce que presentaba un alto nivel de estrés, calmado, comprensivo y que además asistía a la misma iglesia que don Juan –aquel caso anecdótico- así que intentaron darle la misma solución, que consistía en hacerle entender que no tenía sobre sus hombros el peso del mundo, pero para su sorpresa, el estrés había aumentado, puesto que a la larga descubrieron que don Luis se sentía menospreciado dentro de su círculo social y sentía que todo esfuerzo que hacía no colmaba las expectativas, en síntesis se sentía inútil ante los demás y tenía serios problemas de baja autoestima, fue entonces donde se dieron cuenta que la reacción y el comportamiento de estos sujetos no respondían a patrones de comportamiento, sino a caso enteramente únicos, que incluso teniendo tal similitud podían ser tan distintos como aquella falsa simetría que dicen que tiene el ser humano, pues en verdad que si se dividiera simétricamente el cuerpo humano en dos partes iguales, estas, aunque parecidas serian extraordinariamente distintas.
En conclusión jamás podremos aventurarnos a decir como es una persona o como reaccionara en base a una serie de premisas externas o establecer de que sin en un caso inicial y ante tal circunstancia yo realice tal decisión, el sujeto dos en las mismas circunstancias optará indefectiblemente por dicha opción, eso no sería más que una mera especulación que cegaría nuestra forma de ver a los demás libres de cualquier prejuicio.

LA TRISTEZA DE CREER SABERLO TODO


Uno  de los grandes prejuicios del hombre, es creer que existe una serie de estereotipos que se repiten a lo largo de la existencia humana, que hacen referencia a patrones que presentan las personas, ya sean físicos o mentales.  El problema radica en una serie de teorías que a lo largo de la historia humana se han producido, como una respuesta a lo que se considera como descubrimientos científicos.
Y es que el solo hecho de mencionar ante el público una explicación sobre el comportamiento de alguna persona basado en ciertos atributos físicos que presenta, y demostrar ante la comunidad que dicho patrón se repite en casos similares, se arraiga a la sociedad de tal manera que lo que viene a ser una simple teoría se convierte en un nuevo estereotipo que intenta etiquetar a las personas, sobre comportamientos que pueden no haber cometido nunca. Así por ejemplo, el hecho de decir que las personas frentonas con ojos saltones tienen una fuerte tendencia a ser psicópatas – genera automáticamente cierta repulsión hacia todas las personas  que por el solo hecho de poseer estas características ya se tienen que ver relegadas de esta tan complicada sociedad.
El mismo Ortega y Gassett sostuvo después de un análisis la famosa frase que explica en esencia el comportamiento humano: “pueden conocer a una oveja y conocerán a todas las ovejas; pueden conocer a un león y podrán conocer a todos los leones; pero, pueden conocer a un hombre y no conocerán a todos los hombres, e incluso, no conocerán a ese hombre”.
Y es que el hecho de tan brillante afirmación responde al factor que diferencia a las personas de los animales, es decir, al hecho de que nosotros contamos con un poder de decisión de quienes ser, cómo actuar y cuándo hacer. Estos componentes instaurados en nuestro interior hacen que nisiquiera nosotros mismos podamos conocer de manera certera la forma en la que procederemos ante una situación, pues esta no siempre es firme, sino que responde a factores físicos, psicológicos, sociales y ambientales en los que nos encontremos haciendo una relación tan compleja que se vuelve irreproducible.