En Bolivia, más que una abierta conducta violenta hacia los grupos diferentes –salvo situaciones extremas de tensión social y de conductas de grupos extremistas- existe una variedad de prejuicios y de discriminación no intencionada hacia grupos vulnerables.
La gente tiende a discriminar sin tener en claro que está discriminando. Su intención no es discriminar. Esto sucede porque en nuestra cultura existen conductas discriminatorias que ocupan el saco del sentido común, fruto del hábito. Siguiendo con los ejemplos en los medios de transporte público, lugar de encuentro no planeado, el sentido común boliviano dicta que los menores de edad, los niños y las niñas, vayan de pie porque los adultos tienen preferencia en ocupar los asientos. ¿Y por qué? El sentido común responde que es signo de educación, que así tiene que ser. Se trata de una conducta discriminatoria habitual que ha entrado a formar parte de la costumbre y que va en desmedro del derecho de los niños a ser protegidos y ser tratados con preferencia.
El racismo merece una mirada aparte, ya que en nuestro país el escenario de la discriminación racial significa desprecio, exclusión y/o preferencias basadas en el origen étnico, color de piel, idioma y hábitos. Considerando que un 70 % de la población es o tiene origen indígena u originario, vemos que las dimensiones de la discriminación alcanza a igual porcentaje de personas. Esta situación es considerada como "normal" para la gran mayoría de la población. Incluyendo a los sectores discriminados.
En cuanto a la discriminación realizada en los lugares que más importancia adquieren para el presente y futuro de la población: los centros educativos y el puesto de trabajo, señalamos que se ejercita cuando en las centros educativos se dificulta el ingreso de estudiantes con diferencias idiomáticas, o que provienen de familias monoparentales, o que profesan alguna religión que no es la "oficial" en ese medio, o se restringe el ingreso a alumnos según su rendimiento escolar.
En el trabajo, podemos apreciar el demérito que hacen los machistas hacia las capacidades de las mujeres como seres humanos a través de burlas, de comentarios y conductas despectivas, incluso el acoso sexual. Recordemos que la sociedad boliviana es comprobadamente machista. Encontramos que en el presente, el Estado fomenta la discriminación a la inversa: emite discursos con contenidos prejuiciosos de la raza blanca y mestiza apoyándose en la historia de 500 años de dominación extranjera, cumpliendo el rol de sector formal que impulsa la formación de la identidad enraizada en la pre-Bolivia.
FUENTE: Shirley Caballero Sahonero
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